Los abanicos decorados a mano son un complemento distinguido y único; además, cumplen un rol muy importante dentro de nuestra sociedad e historia.
Como cualquier trabajo realizado de manera artesanal, tiene un valor incalculable puesto que ninguno es igual a otro. Los abanicos decorados a mano tienen infinidad de diseños y colores, desde los más vistosos y atrevidos hasta modelos más sobrios y discretos.
La incorporación de este complemento femenino en Occidente fue más por su funcionalidad que por elemento de moda. Su uso inicial era para darse aire, como hoy en día, pero también para ahuyentar los malos olores y a los insectos. Hay que tener en cuenta que en los siglos pasados la higiene no era tan frecuente como en la actualidad. Aunque existían ungüentos, aceites y perfumes, éstos sólo estaban a disposición de las clases más acomodadas y servían para enmascarar los olores más desagradables. Con todo y con eso, los gruesos tejidos con los que estaban confeccionados los ropajes, las pelucas y a falta de ser inventados los ventiladores y el aire acondicionado, no es difícil imaginar que disponer de un abanico fuese casi una necesidad imperiosa.
El abanico, desde sus inicios, ya era un complemento bello y delicado, como lo eran los originarios de Oriente y pronto se le dio otra utilidad, como el lenguaje de cortejo entre hombres y mujeres, un código que más valía aprender correctamente para no dar pie a faltar al honor sin pretenderlo.
La fábrica de abanicos Andrés Pascual lleva desde el siglo XIX creando de manera artesanal los más elegantes y bellos abanicos, personalizados y a buenos precios.