Siglo XVII
A principios de este siglo, Holanda, Francia e Inglaterra se establecieron como grandes naciones comerciantes y crearon una serie de correos a través del lejano Oriente, infiltrándose así en un mercado hasta ahora dominado por Italia, Portugal y España. En 1600, Inglaterra estableció la Compañía Comercial de Indias, que fue imitada por Holanda y, algunos años más tarde, por Francia
Durante la primera mitad del siglo, aunque ya existían los abanicos plegables, se continuaban usando los de plumas. Los abanicos plegables ingleses y holandeses no alcanzaron la calidad de los italianos y franceses. En un primer momento Italia estuvo a la cabeza en cuanto a la fabricación de abanicos, pero a partir del siglo XVII, París llegó a ser el gran centro de manufactura de los abanicos. Luís XIV de Francia promulgó diferentes edictos para la regulación de la industria abaniquera. En 1678 se formo el gremio de abaniqueros.
En la segunda mitad del siglo, el abanico plegable alcanzó la condición de accesorio imprescindible en el vestido de la dama de categoría y, al finalizar dicho periodo, llegó a ser una parte integrante de su vestuario.
Siglo XVIII
El siglo XVIII es la época del esplendor del abanico, que llegó a ser un accesorio indispensable en el atuendo femenino (ningún vestido estaba completo sin el abanico). Se convirtió en aliado de los asuntos amorosos y mediante su mudo lenguaje los amantes descifraban el mensaje que les enviaban sus damas.
El abanico impreso fue una especialidad de Inglaterra, que importó abanicos a toda Europa; gracias a la implantación en 1734 del Copyright Act, que recomendaba a los impresores que pusieran su nombre, dirección y fecha de fabricación, quedan documentos precisos relativos a estos abanicos. Los abanicos ingleses de este periodo tenían mucho en común con algunos de los franceses, aunque su disposición era más espaciosa y, en general, tenían mucho menos colorido que sus contemporáneos del continente.
Fue una época de decoración inventiva considerable; las chinerías y los grabados se enriquecieron fuertemente, y aparecieron nuevas formas de abanicos plegables, por ejemplo los denominados Vernis Martín, que eran abanicos de baraja, de pequeño tamaño, de marfil, con chinerias y recubiertos por un barniz que imitaba las lacas chinas, inventado por los hermanos franceses Martín a principios del siglo.
Bajo el reinado de Luís XV de Francia, el abanico alcanza su máximo esplendor y llega a ser un objeto de lujo. Aumenta su tamaño hasta alcanzar vuelos de 180º. Los temas más frecuentes de su decoración eran mitológicos, históricos, etc., sobre países de vitela o papel y varillajes de nácar, marfil…, calados, grabados, pintados… Hacia mitad de su reinado aparece el abanico cabriolé, con dos o tres países. Poco a poco, el estilo se transforma, y con Luís XVI de Francia aparece la montura esqueleto, cuyas varillas están muy separadas unas de otras, con país generalmente de seda y composición distribuida en cartelas con lentejuelas y escenas galantes.
Hacia mediados del siglo se usa cada vez más el abanico plegable, porque era más cómodo que el abanico de plumas o de baraja. Se consolida también el modelo y uso del abanico de boda, que llevaba pintados los retratos de los contrayentes o sus iniciales bordadas y que se mantuvo como habitual regalo de compromiso matrimonial desde el siglo XVIII hasta principios del siglo XX.
Holanda también contaba con una floreciente industria de abanicos centrada en Ámsterdam, que desapareció en 1785. Se utilizaban sobre todo como abanicos de iglesia, y los temas de los países estaban inspirados en el Antiguo Testamento.
A finales del siglo se redujo el tamaño de los abanicos y su decoración se centró cada vez más en motivos y personajes de la historia griega y romana, según el estilo neoclásico. La Revolución Francesa prohibió el comercio exterior de abanicos y la importación de materiales de calidad, por lo que la mayoría de los abanicos del periodo revolucionario tienen el varillaje de asta o de madera.
Siglo XIX
A lo largo del siglo XIX era frecuente que las jóvenes de buena familia recibieran clases de baile, en casa o en escuelas preparadas para ello; al mismo tiempo, sobre todo en Inglaterra, las señoritas eran instruidas en el manejo del abanico. Según opinión francesa, por la manera de coger un abanico «se distinguía a la princesa de la condesa».
El desarrollo tecnológico produjo por aquel entonces la invención de la litografía y, más tarde, de la cromolitografía, que se aplicó también a la decoración de los países de los abanicos, lo que abarató los costos. Los principales temas eran las escenas campestres y pastoriles con indumentaria del siglo XVIII o escenas históricas con trajes de los siglos XVI y XVII.
Con el primer Imperio francés, a comienzos del siglo XIX, el formato del abanico disminuyó en tamaño, el país de papel, seda, etc. se decoraba con litografías, a veces recamado con lentejuelas y varillaje de asta, y en algunos casos con guardas de bronce. El abanico español denominado cristino (1830-1840) está influido precisamente por este abanico de estilo Imperio francés.
Si el siglo XVIII fue la Edad de Oro del abanico, el siglo XIX fue sin duda el momento más apasionante de su historia. Es el siglo en el que se fabricó toda clase de abanicos: pequeños, pericones (de gran tamaño), de baraja, de encaje, de plumas… A mediados del XIX se puso de moda el abanico de encaje, tanto de bolillos como a la aguja. También se realizaron trabajos a máquina o combinados: a máquina y a mano. En 1820 se inventó el tul mecánico.
La fabricación española de abanicos, despreciada durante el siglo XVIII, se empezó a desarrollar en Valencia a partir de 1830 y, en el año 2000, este centro se había convertido en núcleo fundamental de la industria del abanico europea, con la implantación de empresas familiares en los pueblos valencianos de Aldaya y Godella entre otros.
En la segunda mitad del S. XIX renació el abanico. Su fabricación alcanzó cotas de gran perfección; los abanicos de esta época se caracterizaban por su gran tamaño y amplio vuelo, y los países solían ser de papel con litografía o de seda pintada, y varillajes de madreperla, hueso, marfil o madera. Se imitaban los estilos Luís XV y Luís XVI, pero industrializados y con materiales más pobres. En España se denominaron abanicos isabelinos (1843-1868). Al finalizar el siglo tomaron el nombre de alfonsinos (1868-1888), con gran influencia del estilo Modernista.
Siglo XX
A principios del siglo XX seguía en auge en el mundo occidental la influencia del arte japonés que había comenzado a mediados del siglo XIX. Los abanicos se seguían fabricando con una gran variedad de formas y dimensiones: el abanico de ballon, el abanico de fontagne, el de baraja… Vuelven las lentejuelas doradas y plateadas, los encajes alrededor de medallones de seda pintados y las plumas de avestruz. Sin embargo, después de la Segunda Guerra Mundial, el abanico perdió su esplendor durante un tiempo.
De todo lo expuesto, se deduce que los cambios de estilo y época han quedado reflejados en los temas de los países y varillajes de este artilugio.